En 1611 formaba parte de la comunidad de Trinitarios del Convento existente en la Calle Atocha el Padre Maestro Simon de Rojas, que había nacido en Valladolid el año 1552, extraordinariamente conocido y respetado, tanto por su ciencia como por sus virtudes, plasmadas en acendrada devoción a la Santísima Virgen y en el socorro a los necesitados de auxilios espirituales y materiales.
Reinaba por entonces en España Felipe III; profundamente religioso y bueno, Dios le deparó una consorte admirable, la virtuosa archiduquesa Margarita de Austria, descendiente directa, como su marido, de los Reyes Católicos, Fernando Il de Aragón e Isabel de Castilla.
Casada muy joven y muerta en juventud, los últimos días de su vida dieron lugar a un suceso si no milagroso, al menos extraordinario, a la fundación de esta Esclavitud. Era ya conocido de los Reyes el P. Rojas, y había residido en Valladolid cuando a esta ciudad se trasladó la Corte, siendo uno de los principales consejeros del Rey y Reina. Así no es de extrañar que cuando en 1611, estando los Reyes en el Escorial y acabado de nacer el último vástago del regio matrimonio, fuera llamado con urgencia el P. Rojas, residente en Madrid, porque la Reina Margarita, agotados todos los recursos de la ciencia e insensible a ellos, estaba sin conocimiento y sin haber podido recibir los Santos Sacramentos. Acudió presuroso el P. Simón y fue recibido por el Rey, acongojado, a quien consolo diciéndole que pusiera su confianza en la Virgen; acompañado por aquél fueron a la cámara de la Reina donde estaba la camarera mayor, Condesa de Altamira, con otras damas, todas en suma aflicción, viendo a la Reina sin sentido tanto tiempo; se acercó el P. Rojas al lecho y mirando a la Reina, en voz alta dijo: “Ave María”, Señora. A tan alto e inefable nombre, volvió en sí la Reina, abrió los ojos, y contestó: “Gratia plena”, P. Rojas. La Reina recibió fervorosamente todos los Sacramentos y murió en el Señor el 3 de octubre de 1611.
Atónitos quedaron el Rey y todos los presentes de hecho tan portentoso y estimulado el P. Rojas por el Monarca para que pidiera lo que fuera su voluntad, el santo varón sólo deseó que intercediera S.M. cerca del Papa para que concediera el rezo del Dulcísimo Nombre de María y se autorizara la fundación de una Congregación bajo esa misma advocación.
No tardó el P. Rojas en cumplir sus propósitos, porque el 21 de noviembre del mismo año se reunían en el Convento de la Trinidad, presididos por el Prefecto del mismo, y con asistencia del P. Simón, un núcleo de personas decididas a fundar la Congregación, nombrándose comisionados para redactar las reglas para el gobierno de ella, como se hizo así, aprobándose luego en número de 23, y quedando así constituida a perpetuidad. Todas son interesantes, pero las que mejor reflejan el espíritu del Fundador son: que los esclavos, además de las salutaciones ordinarias, se hayan de saludar con el “Ave María”, respondiendo el saludado: ”gratia plena”; que en todas las cartas que se escribieran de un esclavo a otro, hayan de empezar con el “Ae Maria”, y que todos los días tengan la obligación de decir 72 veces “Ave Maria” de la misma manera que primitivamente fueron 12 el número de esclavos en honor y reverencia de los 72 años que vivió en la tierra la Santísima Virgen; escogiéndose la Fiesta de la Expectación del Parto (Virgen de la O) como principal.
Fue el mismo P. Rojas el que en 1618 propuso y se acordó, que parte de las limosnas que se empleaban en luminarias se dedicaran a dar comidas a los pobres.
El 29 de septiembre de 1624 moría el P. Simón de Rojas en el Convento de la Trinidad. La fama de sus virtudes y los milagros realizados por su intercesión hicieron que se incoara un Proceso que culminó con su Beatificación por el Papa Clemente XIII, en la Basílica de San Pedro, el 19 de mayo de 1766.
Reyes, Principes, Infantes, magnates, personas de prosapia, figuraron en las listas de Esclavos del Dulcísimo nombre de María, que años más tarde, siguiendo el espíritu del Fundador establece el Hospicio de San Fernando en la Calle Fuencarral. Atraviesa vicisitudes sin cuento, quedando casi extinquida en algunas épocas; pero el ”Ave María” renace.
Durante más de doscientos años la Congregación y su Comedor de caridad funcionó en el Convento de la Trinidad, hasta los tristes días de la Desamortización.
Posteriormente se instaló en un rinconcito del viejo Madrid, en la hoy calle del Doctor Cortezo, número 4, en el solar que ocupara el antiguo Convento de la Trinidad, en la Capilla del “‘Ave María” perteneciente a esta demarcación parroquial de Santa Cruz. Debajo de la Capilla hay un modestísimo Comedor, en el que un reducido grupo de Esclavos y voluntarios han tratado, desde principios de este siglo, de mantener el fuego sagrado.
Actualmente, la dirección del comedor corre a cargo del Padre Trinitario Paulino Alonso García con la ayuda de unos 200 voluntarios que se turnan para hacer posible que 350 personas diarias puedan desayunar algo caliente, otras 50 personas puedan tomar un bocadillos para pasar la noche, y 35 familias obtengan algo de alimento semanalmente.
Contacto: 914 293 997