Y por lo que se refiere a esculturas, había en este templo la de San Antonio, la del Santo Cristo, la de Nuestra Señora de la Caridad, y la de la Soledad, obras todas de Mena; la de la Concepción de Juan de Villanueva. También cuatro lienzos de los santos Evangelistas de Andrés de la Calleja, hoy en depósito en el Museo Catedral de la Almudena.
Las Atalayas de Madrid:
Había en Madrid dos altas torres, una en la parroquia de Santa Cruz, y la otra en la parroquia de El Salvador. La primera llamada la Atalaya de la Corte (la más alta), y la segunda la Atalaya de la Villa, dotadas ambas de sendos relojes mantenidos por el Ayuntamiento.
Esta Torre de Santa Cruz sufrió un incendio en 1620, y quedó seriamente dañada, tanto que el 22 de mayo de 1623 se acordó nombrar maestros de obras que la reconocieran, los cuales declararon que era preciso derribarla, como así se hizo. El 18 de agosto de 1632 el rey Felipe IV nombro superintendente de la obra a don Francisco de Tejada, del Consejo de su Majestad. Comienza su reedificación el 13 de octubre de 1634, bajo la dirección de Cristóbal de Aguilera, que puso los cimientos y levanto el primer cuerpo de la torre. La obra paró por espacio de veinticuatro años por causa de la muerte de este.
Al cabo de estos años, el entonces Párroco de Santa Cruz, insto con reiteración ante el Vicario de Madrid el reemprender las obras, apoyando sus instancias en la necesidad que tenía el vecindario del reloj, que era el que “guiaba sus vidas”, y de las campanas “para los fuegos”.
Se logro al fin obtener recursos bastantes de los feligreses, lo que permitió proseguir las obras, aunque lentamente, “Reconociendo le Villa (palabras de Madoz) su obligación de concluir la nueva torre, y tomando en consideración los perjuicios que su falta ocasionaba, Carlos II, el “Hechizado”, en 1671, dio su real aprobación para que durante todo el tiempo que durase la obra se impusiere una sisa sobre el carbón, cuyo producto anual se calculaba en 1.500 ducados. Mas pareciendo corta dicha cantidad, se agrego a ésta por término de cuatro años una adehala de treinta toros, que importaba otros 1.500 ducados…”.
Y gracias a estos arbitrios, en 1680, se termino le torre, si bien no volvieron e colocarse en ella ni el reloj, ni los blasones de la ciudad que había ostentado anteriormente; el madroño, el oso y el dragón, Por lo demás, torno a presentar de nuevo su esbeltez, su planta cuadrada de cuatro cuerpos iguales separados por impostas de la piedra berroqueña de las serranías del Guadarrama, y su altura de 144 pies.
Otro incendio fue el 9 de septiembre de 1683, a los tres años de haber terminado la reparación de la torre. Se desplomó la cúpula sepultando entre sus escombros a mas de cincuenta personas y perdiéndose casi todo lo que contenía el templo, no quedando en él más que los muros principales.
EI Arzobispo de Toledo, e través de su Vicario en Madrid, recabo la ayuda del vecino Convento de Santo Tomas, y con el beneplácito de los Padres Dominicos, todo el servicio parroquial y las escasas pertenencias del culto que se pudieron salvar, pasaron al templo de este Convento dominicano, mientras durasen las obras de edificación. Obras que fueron encomendadas al maestro Francisco Esteva, y cuya ejecución duró 84 años.
La obra concluye en 1767, y la inauguración del templo reconstruido se tuvo el 8 de agosto de este mismo año, con una solemnísima procesión en la que se trasladó el Santísimo desde la Iglesia de Santo Tomas al Templo de Santa Cruz.
El 19 de octubre de 1868 hubo necesidad de demolerlo por su estado irremediablemente ruinoso. Concluyo la demolición en mayo de 1869. Y otra vez de nuevo a buscar la hospitalidad acogedora de la que fue Iglesia de los Padres dominicos. Pero no pasaran mas de 4 años, cuando el 13 de abril de 1872, un terrible incendio devoraba por entero en pocas horas la iglesia de Santo Tomas. Gracias a la misericordia de Dios pudo salvarse parte de las pertenencias de la Parroquia de Santa Cruz, como ropas, vasos sagrados, esculturas, cuadros, el archivo, etc. como también se salvó de las llamas la Sacristía, en la que se instaló la Parroquia.